Cinco minutos

Me ha tocado hoy ir de papeleo. Mi primer objetivo era la oficina de la Seguridad Social (o sea, la Social Security Office). Llego allí a las 9 y estaba cerrado, abrían a las 10 los viernes. Bueeeno, como también tenía que ir al banco, me voy al otro sitio. Resuelvo todos mis asuntos en el banco, sin ningún inconveniente, mucha amabilidad, insistencia por si tenía cualquier duda que la preguntara... increíble... El caso es que, animada porque había ido tan bien, me vuelvo otra vez a la Social Security, esta vez cojo el metro (para una estación XD) porque ya empezaba a cansarme tanto hacer turismo.

Después de coger número y hacer la preceptiva cola, mientras oía a un tío borracho gritar en uno de los mostradores, me redirigen a otro mostrador para resolver mi problema. Que concretamente consistía en que no sé dónde está mi tarjeta de la seguridad social, ya que cuando la solicité avisé de que me iba a cambiar de piso, y el funcionario aquel me dijo que me avisarían, o que avisara yo. Como ni me avisaron ellos ni conseguí ponerme en contacto con nadie en el teléfono que me dió, he acabado yendo a la office ésta.

En el siguiente mostrador le cuento a la señorita lo que os acabo de poner en el párrafo de arriba. Y la muy $#$$&%&%, porque no tiene otro apelativo posible, empieza a decirme que la culpa es mía, por no contactarles, que ella no podía hacer nada, que lo que tenía que haber hecho es haber pedido el número de la seguridad social una vez me hubiera cambiado de casa... blablabla...

Con paciencia, le repito que el que me hizo la entrevista me dijo que si me iba a cambiar de dirección, no me enviarían nada hasta contactarme o contactarme ellos. Y la chiflada comienza a decir: ¡Eso es falso! ¡Absolutamente imposible!. Yo la miro con cara de o_o, mientras ella se calla y me gruñe silenciosamente, con gestos mohinos, y me atrevo a decirle... ¿Entonces qué tengo que hacer?.

¡Ahí va lo que has hecho! Como si le hubieran dado cuerda, empieza a decirme que si la dejaba acabar, que aún no había terminado de decirme todo lo que me tenía que decir, que me sentara en el sillón y me esperara hasta que tuviera algo de tiempo para atenderme. A todo esto, mientras tanto, el borracho que estaba gritando al principio ya había acabado sus gestiones pero no se había ido de la oficina, seguía hablando solo, gritando, cantando, nadie oía nada de lo que le decía el funcionario detrás del cristal. Y como no podía ser menos, la pava que me estaba soltando la brasa hablaba para el cuello de su jersey hortera con los puños sucios de restregarlos contra la mesa mugrienta que tenía.

Así que le digo que por favor me repitiera una de las frases que había dicho, porque vulgarmente hablando no se le había entendido una mierda, y la estúpida me dice que oye, no tengo todo el día, estoy muy ocupada, así que mejor será para tí escuchar atentamente lo que te digo....

Yo seguía mirandola cada vez con más cara de O_O y acordándome de toda su familia (pero para mi interior, claro está). Y le digo: Pues eso estoy haciendo. Ojalá tenga que irse ella fuera de su país y ser atendida en algún lugar público... uhm... digamos... ¡España! Se iba a cagar...

En fin, me siento allí enfrente de ella para que la señora acabara tooodo el trabajo que tenía que hacer (o sea, tomar los datos a dos personas, abrumador), y mientras tanto me dedico a mirarla fijamente con cara de psicópata. Es la táctica que mejor viene cuando te encuentras con un funcionario gilipollas, como vengo comprobando desde hace ya tiempo.

Tras soportar mis miradas inquisitivas finalmente acaba haciéndome un gesto para que me acercara de nuevo al mostrador. Y atentos señores y señoras porque todo aquello que tenía que hacer y que le iba a costar tantísimo tiempo era tan sencillo como a) pedirme el pasaporte b) preguntarme dónde vivía antes c) meter mi número de pasaporte y mi primer apellido en el ordenador d) darme mi número de la seguridad social.

¡CINCO MINUTOS!

¡Tanta monserga para cinco estúpidos minutos! Es que mira que merecía que la apaleara hasta que se le cayeran los dientes. (Menos mal que no soy violenta)

Con esto y lo que me ocurrió la primera vez que fuí allí (merece un post aparte, si lo pedís, que no quiero hacer éste aún más largo), he concluído que en esa oficina son gilipollas y que no volveré en la vida (o eso intentaré).