Iceland

Islandia (III): la cosa va de lagos

Este era un día un poco transicional, pues aún no teníamos el coche de alquiler y no podíamos emprender marcha hacia las lejanas costas de Hofn. Así que nos dedicamos a prepararnos para el sábado y domingo: en la tienda de 66ºNorth nos compramos lo que ellos llaman segunda piel, que es una especie de camiseta interior y unas mallas para ponerse por debajo de la ropa normal. Están hechas de lana, así que son finitas pero calientan bastante.

Si sois unos flipaditos como nosotros y pensáis que con “ropa de invierno” será suficiente, os recomiendo que os lo volváis a pensar y os pertrechéis adecuadamente, o no podréis llegar muy lejos si queréis salir de Reykjavík y ver un poco más de Islandia. ¡Porque hacía una rascaaaa…!

Tras ese paso, nos acercamos a la oficina de información que hay en el centro (llamada el Centrum, creo), donde compramos entrada + ticket de bus para un spa gigante llamado Blue Lagoon. Sí, cuando oí el nombre me dio un poco de miedo (al fin y al cabo, Brooke Shields no empezó su carrera nadando en la discreción precisamente), pero confié en el buen gusto de David como guía, que hasta ahora nunca nos ha fallado.

Mientras hacíamos tiempo para que pasara el autobús, fuimos a ver un lago que hay cerca, y que estaba prácticamente helado en su totalidad:

Entonces es cuando el autobús nos hizo una putada con todas las de la ley. Nos estuvimos esperando una hora ahí en la intemperie islandesa, que es una intemperie muy cabrona, de tal forma que los pies quedaron absolutamente insensibles a los 20 minutos de esperar. Mientras tanto, preguntábamos en el Centrum a ver qué estaba pasando, y sólo nos decía: esperaros un poco a ver si viene…

Si hubiéramos sabido en ese momento que la BSI estaba a 5 minutos de donde estábamos, podríamos haber ido directamente, en lugar de esperar al shuttle que nunca pasó. Al final nos dijo la mujer que podíamos ir al turno de las 15:30h (estábamos apuntados para las 13:30). Yo ya estaba tramando planes para asesinar a alguien si no pasaba un autobús a las 15:30.

blue lagoon stones

Pero bueno, finalmente apareció y pudimos ir al famoso Blue Lagoon. Podría definirlo como un “balneario moderno-turístico”. De alguna manera extraña surge agua caliente de la tierra en ese sitio, que al mismo tiempo produce unos colores extrañísimos en el agua, y ahí han montado una especie de lago de agua caliente… al aire libre.

A primera oída, la sola idea de bañarse al aire libre estando a 2 grados no era demasiado halagueña pero al final te lanzas y cruzas el pasillo desde los vestidores, abres la puerta que lleva al lago con decisión y se te pone cara de ARGH cuando te pega la bofetada de aire frío. Entonces ves a todo el mundo en el agua, tan felices y sonrientes, y sólo piensas en tirarte al agua, y si no te avisan te tirarás al agua con la toalla. Menos mal que me avisaron.

Blue lagoon

Superado el susto inicial, no puedes dejar de mirarlo todo con extrañeza. Porque te estás bañando en un sitio a 30 grados o más (depende de lo cerca que esté el chorro) y al fondo ves las montañas nevadas. Hay algo que no cuadra.

El problema de este sitio es que es como hacerse un peeling en todo el cuerpo, y para gente que es de mírame y no me toques como yo, ¡es mortal! A la entrada te dan un sobrecito con crema para que te la pongas después del baño, pero creo que deberían dar una botella entera. Y del pelo, mejor no hablar… varios días y cremas acondicionadoras intensivas después he conseguido que deje de ser un estropajo indomable.

Lo bueno es que puedes alquilar bañador y toalla allí mismo, así que si eres un despiste o vas a Islandia sin bañador, no tienes que comprarte uno ni te quedas sin poderte bañar.

A la vuelta nos esperaba David para llevarnos de tour nocturno por la ciudad. Cómo no, nos sorprendió con el sitio elegido para cenar: una especie de pequeña tasca cerca del puerto, con mesas estrechas, barriles a modo de sillas, fotos y todo tipo de aparejos y cacharros relacionados con el mar colgando del techo o en las paredes. Probamos una sopa de gamba “y algo más” que estaba realmente buena (y mira que no soy mucho de sopas y menos aún de pescado) y luego carne de ballena. Se parece al hígado de cerdo frito, pero creo que me quedo con el hígado.

Tras esa extraña cena, fuimos a uno de los locales míticos de Reykjavík, el Sirkus, del que se dice se comenta es asidua Björk. Pero como no podíamos trasnochar mucho porque había que conducir al día siguiente, nos fuimos antes de que empezara la fiesta de verdad. Y sin haber visto a Björk.