Iceland

Islandia (IV): de Reykjavík a Höfn

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Y al tercer día nos motorizamos y emprendimos marcha hacia Hofn. La idea era ver “monumentos naturales”, como cascadas, glaciares y tal. Lo gracioso es que no habíamos conducido un coche en muchísimo tiempo, así que tenía un poco de intríngulis, pero el hecho de que el cambio de marchas fuera automático lo hizo todo terriblemente sencillo. Creo que no podré volver a los cambios de marchas manuales…

La carretera que tomamos, la Road number 1, es la principal en Islandia, y da la vuelta al país (en lugar de la estructura radial que tenemos en España). Dado el poco tráfico que hay, a pesar de ser la carretera principal tan sólo tiene un carril en cada dirección. Se triplican los carriles al entrar a Reykjavík y tal, pero dejando aparte esas excepciones, el resto es tal y como digo. Y a 90 km/h, lo cual con lo recta que es la carretera, y que eres el único coche que va por ella, es un poco desesperante. Un poco como aquellos juegos de carreras en los que la carretera se movía pero el paisaje no:

Nuestra primera parada fue en una cascada que se veía desde la carretera: Seljalandsfoss. Qué pedazo de cascada. Además allí encontré una muestra más de los detalles islandeses: aparcamos el coche y ví un edificio bajito que tenía pinta de ser unos aseos… y lo eran. Pero lo bueno no era sólo eso, sino que allí en medio de la nada, con un frío que pelaba, abrías la puerta del aseo y te lo encontrabas impoluto ¡y con estufa y todo!

seljalandfoss

Tras asombrarnos un buen rato con las extrañas formas que producía el agua al congelarse sobre las hierbas que crecían por alrededor, decidimos continuar.

iced grass

Nuestra siguiente parada era la mega cascada Skogafoss. Al comparar Seljalandfoss con ésta, la primera es una caquita. ¡Por dios, que Skogafoss tiene arcoiris y todo!

Skogafoss

Tras estas paradas espectaculares, fuimos hacia Vík. Supuestamente era un buen punto donde parar y comer. En el mapa parecía una ciudad importante. Pero al llegar allí, el único hotel que se anunciaba a la entrada (donde pensamos que podríamos comer) era una especie de hotel fantasmal. Le preguntamos a un hombre y nos dijo que en la gasolinera podríamos comer algo. Yo ya me veía comiendo chuches… pero afortunadamente había un restaurante-”grill” en la gasolinera que nos pudo alimentar con algo mejor que chuches.

Mientras comíamos teníamos esta vistita:

Vik beach

Y luego volvimos a tomar la carretera. Esta vez ya ibamos directos a Hofn y sin ninguna posible parada porque se empezaba a hacer de noche.

Road

Entonces fue cuando nos paró la policia por ir más rápido de 90km/h. Nosotros, ilusos, pensábamos que al ser tan llana la carretera y tan clarita, el límite sería 100 o así. Pero al ver nuestra cara de total desorientación y en especial, que éramos buena gente, no nos multó (supongo que también pensó que lo más probable es que siendo turistas no lo fuéramos a pagar). Pero nos dejó una advertencia: “En el este hay más policías y estarán vigilando…”.

No sé exactamente a qué policías se referiría, si a los fantasmas o a los trolls come hombre que marcaba el mapa, porque lo cierto es que desde aquel momento hasta que llegamos a la casa rural donde nos alojábamos aquella noche, sólo nos cruzábamos con un coche a la hora, así a grandes rasgos.

Allí íbamos todo recto todo recto, sumando kilómetros; teníamos que hacer unos 200 km yendo a 90km/h y la verdad es que se hacía un poco cansado, especialmente por lo monótono de la carretera. Pasamos montones de puentes de un solo carril, ya que la carretera va por las lowlands y cruza por encima de muchísimos riachuelos que se forman a partir de cascadas y glaciares que se deshielan.

Finalmente llegamos al desvío para nuestra casa rural, o eso pensábamos nosotros. Buscábamos un desvío titulado “Arnanes”, así que en cuanto vimos un tal “Arnanes I” nos salimos por allí. El camino no es que estuviera precisamente de revista, tenía un aire así a camino de cabras, pero como no sabíamos muy bien qué tipo de ruralidad tendría la casa, estábamos abiertos a todo tipo de baches y traqueteos (bueno, sin pasarse).

Tras mover la tibia y el peroné más que Alaska, llegamos al final del camino, con una valla y una especie de granja tras ella. En una ventana parecía haber una cabeza observando al coche, así que hicimos largas para ver si venían a abrir. Viendo que nadie reaccionaba, salimos en la ventisca que hacía, para comprobar, ilusos de nosotros, que la cabeza con melena era en realidad un caballo en el establo a contraluz.

Aquello mucha pinta de alojar a gente no tenía, pero por probar… abrimos otra valla y nos acercamos a lo que parecía la puerta de la casa-granja, y llamamos al timbre (al menos tenían luz eléctrica). Nos salió una pobre mujer en pijama con cara de malísima hostia que ya tenía la frase preparada: No, esto no es lo que buscáis, salid a la carretera principal y tomad la siguiente a la derecha.

Después de pedirle perdón unas cuantas veces por la confusión (yo estuve tentada de hacer un par de inclinaciones de cabeza a lo japonés), volvimos al coche, preguntándonos qué otra posible salida podía ser, si ésta era la que estaba señalizada como “Arnanes”. Cogí el panfleto que teníamos con la guía de casas rurales (farmhouses, les llaman allí) por si había alguna pista de cómo llegar, y entonces se encendió una bombillita: Nosotros íbamos en realidad a la salida Arnanes V, no a Arnanes I.

¡Fantástico! No tardamos mucho hasta llegar a una salida que pusiera Arnanes V, y… ¡qué diferencia de camino! Este estaba bien pavimentado, señalizado (”Arnanes GUESTHOUSE”), sin lugar a dudas. Pero al aparcar, lo vimos todo un tanto apagado. Eran las 22h, que para mi entendimiento no es tan tarde, pero se ve que para el suyo sí. Ya me veía durmiendo en el coche, cuando en Información vi un cartelito pegado a la ventana con este mensaje: “Dear Spanish Guests, your room is number 5 and the key is in the door! Welcome!”.

Pisando sobre dos palmos de nieve llegamos a nuestra habitación, que realmente era la mitad de una casita de madera. Era lovely, que dirían los ingleses. Por momentos, me parecía estar dentro de un decorado de Heidi. La casita de madera estaba perfectamente acondicionada y limpia, y tenía una calefacción que funcionaba fantásticamente. Así que como no podíamos pedir más, nos fuimos a dormir.