la mala educación
Y a un post en inglés le sigue otro en español. No, no tiene nada que ver con la peli de Almodóvar, sino con la mala educación española... El lunes pasado volví de Londres y la verdad es que el regreso fue bastante traumático. Ya en la puerta de embarque pude comprobar el tufillo español; las chicas de la compañía estaban llamando solamente a los pasajeros con niños, pero se apuntaban al llamamiento señoronas con hijas e hijos bien criaditos ya (con tetas y bigote respectivamente), por si colaba y así entraban antes en el avión. ¡Primera sorpresa desagradable!
Al llegar al Prat de LLobregat (donde está el aeropuerto de Barcelona), más de lo mismo. Montones de gente haciendo barricadas con los trolleys e impidiendo a los demás que se acercaran a la cinta para recoger los equipajes. Muy cívicos, sí señor. Tras pelearme un poco con los carritos y pegar unos cuantos codazos inocentes al grito de perdón!! disculpe!!, consigo recoger mi maleta y trato de llegar a la mini estación de tren que hay allí.
Sorprendentemente nadie trata de pasar a lo bruto por las plataformas deslizantes que hay entre la terminal y la estación, pero al llegar a la taquilla, la gente vuelve con lo de siempre. A colarse, caiga quien caiga y haga o no falta. Y la típica señora que de repente le da la duda existencial y hace preguntas que NADA tienen que ver con el aeropuerto o el trayecto en tren que podía realizar desde allí. Gracias a ella perdimos el tren unas cuantas personas ¬_¬ En fin, con paciencia, me dije, pasé enseñando el billete de euromed, que me dejaba pasar sin comprar uno de cercanías, y me instalo de la manera más cómoda que puedo para esperar el siguiente tren. Al raaaaato llega, y otra vez la vergüenza ajena. Todo el mundo arremolinado delante de las puertas, impidiendo a los que estaban dentro que pudieran salir. ¡A lo burro! Qué bochorno... Cuando ya se hubieron aposentado aquellos histéricos, entré como pude, casi casi empujando a la gente que entra y se queda delante de la puerta, en lugar de distribuirse por el vagón.
Entonces llegó una madre con su hija. Tenían pinta de familia bien, y por lo que ví en sus maletas, venían de Tenerife. La madre parecía exhausta y la niña estúpida perdida, pero decidí esperarme y no fiarme de mi primera impresión. Dos segundos después entró un tipo con aspecto de despistado, con las maletas destartaladas, gafas y el pelo totalmente revuelto. Como un genio loco, que se suele decir. La primera de sus genialidades fue tratar de sentarse en un asiento que estaba roto y no se desplegaba del todo. Ante la sorpresa generalizada, empezó a darle golpes y a balbucear palabrotas como si le fuera la vida en ello...
De tanto movimiento, un bebé empezó a lloriquear y la gente empezó a ponerse nerviosa. El loco empezó a quejarse: ¿Que no salimos? ¡¡Quiero irme!!. La niña bien se apuntó al club de los impacientes:
-- Mamá! ¿Ya estamos en Barcelona? -- No, Carla, aún no, todavía estamos en el Prat -- Pues yo quiero estar en Barcelonaaaaaaa. ¡Quiero llegar ya a casaaaaaaaa! ¿Por qué no nos vamos?.
Vamos, toda una delicia (y por supuesto todo a grito pelado y con el típico retintín de niña überpija jooseaaaaa).
Cuando al fin arrancó el tren, parada por parada se repetía la misma escena. El loco pataleaba porque quería llegar a Sants, y preguntaba una y otra vez: Però aquest va a Sants?? Si posa Matarò!! Jo vullc anar a Sants!! y los demás asentíamos pacientemente: Sí que va a Sants... sólo hay que ver el mapa...
Una vez casi llegados a Sants, se paró el tren, esperando que le dieran vía. Aquello ya fue el culmen... el loco empezó a mirarnos a todos con los ojos a punto de salirle de las órbitas, al tiempo que pataleaba contra el suelo y gritaba: ¡QUIERO IR A SANTSSSSSSSSS! ¡¡¿¿POR QUÉ NO NOS MOVEMOS??!! ¡¡QUIERO IRMEEEEEE!!. De todo aquel jaleo, el bebé comenzó a llorar como si se acabara el mundo, la niña pija volvió otra vez a su harekrishna particular (quiero llegar a Barcelona, quiero llegar a Barcelona) y todo el mundo en general se alteraba cada vez más de ver el espectáculo.
Afortunadamente conseguimos llegar y para más suerte el andén estaba del lado de mi puerta, así que no tuve que soportar empujones para salir.
Una vez en Sants, fui a ver si ya tenía vía para el euromed, pero aún no había salido, así que me fui a pillar algo para cenar. Me pongo a la cola de una especie de croissantería y de repente llega un hombre que trata de colarse para pedir cena para toda la familia. Y tras dar muchas voces y gritos, consigue colarse. Pide croissants, sandwiches, cafés, cocacolas, de todo! y encima con retintín... Otro estuvo a punto de echarme el café en la maleta, y cuando consigo mi cena y trato de salir, un hombre entra empujando, abalanzándose sobre mí y mi maleta, obligándome a gritar aquel clásico de ¡si me deja salir a mí, podrá entrar usted!, que por supuesto le ofendió muchísimo. Lo dejé rechistando y me fui a por el tren.
Ya estaba la vía puesta así que me puse a la cola. Incomprensiblemente, la gente trataba de colarse para subir al tren. Y digo incomprensiblemente porque los asientos están numerados, y por muy pronto que subas, te sientas en el sitio que te ha tocado. Pues nada, me giré un momento a la derecha para mirar qué había al otro lado, y cuando volví la cabeza adelante, ya trataba una tipa de ponerse delante. A mí me daba igual, pero para chincharla no sólo me puse más hacia delante, sino que además puse la maleta de modo que le molestara. Mwhahaha!
En el tren más de lo mismo, la gente empujando para poner las maletas en el vagón, en lugar de hacer las cosas ordenadamente y sin hacer atascos estúpidos. Ya podías decir: Por favor, ¿me deja pasar?. Daba igual. Aunque no pudieran hacer nada, seguían allí parados enmedio del pasillo.
Y pensaba ya que al sentarme se acabarían mis dolores de cabeza... qué equivocada estaba... a mi lado y más exactamente en mi asiento, había un tipo que invadía descaradamente todo el espacio y ni siquiera me preguntó si quería sentarme en MI asiento.
No le dí demasiada importancia y me esperé a ver si salía ya el tren y me iba a la cafetería a tomar algo de cena. Y cómo no, en la cafetería más bochorno! Estaba yo tan feliz hojeando un periódico mientras cenaba, cuando la típica niña quierolotodo asoma por allí, con el típico abuelo teloregalotodo. Allá que ve la niña mis snacks, allá que se pone a llorar porque los quería. La madre gritando: síiiiii cuando se acaben las vacaciones y lleguemos a casa verás como se te quita toda la tonteríaaaaaa, el padre fumando y echándome el humo en la cara al tiempo que miraba el periódico que yo estaba leyendo, y el abuelo que iba a comprarle papas a la niña para que dejara de patalear... vamos... una delicia de viaje... tanto, tanto, que estoy deseando volver otra vez a Londres x)