No cuesta tanto

Cada día estoy más convencida. No cuesta tanto dar las gracias cuando te hacen un favor o simplemente colaboran contigo. Nadie se va a morir porque digas esas dos sílabas: GRA-CIAS. Ni tan siquiera pasará nada si contestas "de nada" cuando te digan "gracias" a tí, o dices "por favor" cuando quieres algo. ¡Te lo prometo! Es más, seguro que es beneficioso para el cuerpo.

Oxigenación, circulación, trabajo pulmonar, en definitiva, renovación de las células muertas y destrucción de los radicales libres y otros elementos que provocan el envejecimiento. Ni que decir tiene que todos estos efectos beneficiosos se multiplican si los acompañas con una sonrisa. Yo no sé qué humos estúpidos están asentados en la mente y la educación de tantos y tantos españoles. Con la excusa de que tanta parafernalia lingüística es síntoma inequívoco de hipocresía, pues ... ¡zas! ... eliminan de un plumazo todas esas frases que distinguen una persona educada de un vulgar pollino.

Creo que estoy empezando a tener el Síndrome del Turista Indignado en España. Particularmente me está empezando a reventar tener que soportar caras largas y estreñidas cada vez que tengo que tratar con cualquier persona en un lugar público. Empezando por la cenutria que, por no molestarse en andar dos pasos hasta la caja, pretendía que le diera el dinero exacto (y claro, a borde, borde y media: Pues mira, NO, no lo tengo justo, porque acabo de llegar de Londres y esto es lo que hay - y mut y chitón y coge el billete de 20 euros y dale cambio al cliente porque sabes que te estás pasando, estúpida). Y sigamos por el melón que estaba en la taquilla de venta y recogida de billetes de euromed en Sants. ¡Diez minutos para recoger un simple billete que YA ESTÁ PAGADO! Porque claro, yo habría ido a recoger mi billete en una de las ocho máquinas que había, pero ... albricias de la tecnología española, ¡no funcionaba ninguna! Y como si no fuera suficiente con perder el tiempo en la cola, luego el tío se dedica a contarme que si yo he comprado el billete, no está reservado, es mío. Si es mío, yo puedo hacer con él lo que quiera. Lo que quiera. Vamos, que si yo compro el billete, no está reservado, que es mío, que haga con él lo que quiera, pero que no está reservado. Como si compro treinta billetes: si compro treinta billetes, pues treinta billetes que son míos, pero no treinta billetes que están reservados.... A todo este discurso, yo trataba de mostrar mi cara de mayor aburrimiento y hastío, porque me quería ir a desayunar, pero se ve que el hombre no era empático en absoluto y seguía contando su [des]gracia.

Por la tarde renfe nos ofreció una copita de cava que no me apetecía (no porque fuera catalán, como hacen los gaznápiros de los gobernantes valencianos), así que le pregunté amablemente a la azafata si había otra cosa que no fuera zumo -ya que el año pasado también ofrecieron cava el día de fin de año y había zumo para los abstemios-. Bien, pues la tía puso una cara de asco rollo jo, ahora tengo que buscar un zumo, no? o sea jo, que fuerte, trabajar yo!. Tenía que haberle dicho que era alérgica al zumo que sacó, sólo para hacerla rabiar.

Y lo que más curioso me resulta es la diferencia entre viajar en metro en Londres y en Valencia. En Londres la gente (por norma general) se espera hasta que tú salgas para entrar en el vagón, mientras que en Valencia se ponen como borregos en la puerta del vagón, de forma que ni ellos entran ni tú sales. Además, si te levantas de tu asiento para salir, en Londres se esperan y te abren y facilitan el paso, para que te sea más sencillo. En Valencia, en cambio, aprovecharán la mínima para quitarte el asiento, y suerte que no te pisen en el proceso. No esperes que te pidan perdón en ese caso xD