Antología de la estupidez (II): La hoja de actividad
¡Ésta también es buena! En aquella empresa había que rellenar mensualmente una hoja de cálculo (en excel, por supuesto), con el total de horas dedicadas a cada proyecto, dividido por conceptos. Por ejemplo, análisis, implementación, etc, etc. En fin, todo fue bien mientras no estaba contratada; los que estábamos en prácticas rellenábamos las hojas un poco para tener ellos una guía, pero tampoco les debían hacer mucho caso. Hasta el día en que, ya contratada, rellené una hoja de actividad con las horas que realmente yo había dedicado. Una (yo) que es muy cuidadosa con sus horas y su tiempo y le gusta tener las cosas controladas, se apunta cada día a qué hora entra y a qué hora sale del trabajo -ya que en aquella megaempresa el concepto de fichar les era desconocido ... porque evidentemente no les convenía-. Tras rellenar mi hoja con todas las horas que había hecho aquel mes (MUCHAS), con todo bien detalladito y explicado, sin dejar lugar a duda, escucho por el fondo a alguien que pregunta: -¿Cuántas horas os tienen que salir?. ¿Nos tenían que salir unas horas en concreto? Pero si los del proyecto donde estaba yo salíamos siempre a las tantas... no cuadraba... en absoluto... ¿Qué? ¿Cómo que tienen que salir X horas?, pregunté. -Pues claro, tienen q salir estas horas, si no a ver qué van a decir en recursos humanos -Pues diran que hemos estado haciendo horas extra, ¿qué van a decir?-, dije yo, inocentemente... -No, no vale, porque las horas extra las tiene que autorizar el jefe de proyecto, sino es como si hale! tú decides un día que te quieres quedar un ratito más navegando y lo cuentas como hora extra, y claro, eso no es-
Por dios, un rato más navegando dice. Pero si internet no iba ni p'atrás allí. Con aquella silla que parecía que la hubieran sacado del rastro, y el dolor de espalda que me daba tener que encorvarme para no ver el reflejo de la luz sobre la pantalla (tenía un fluorescente de forma que me tapaba media pantalla si me sentaba bien). -Bueno, esas horas se han hecho porque el jefe de proyecto nos ha hecho quedarnos-, insistí -Da igual. No puedes hacer más horas de las que nos salen a nosotros.-
Evidentemente tras aquel shock, decidí que mis días en aquella casa de locos estaban contados. O todos tenían el seso sorbido por alguna razón que yo aún desconozco, o tenían muy pero que muy pocas aspiraciones en la vida. Porque tener que estar explotados y encima no poder ni dejar constancia, es triste, triste. ¡Y oye, nada de venir de sport! Al día siguiente me puse lo más cantoso, pop y chillón que tenía en el armario. ¡Se jorobaran!