Es demasiado pronto

No sé qué sentido del tiempo tengo, pero me da la impresión de que el resto del mundo está en una dimensión diferente a la mía, donde el tiempo transcurre más lentamente que para mí.

Y lo digo porque he estado avisando a gente de que voy a estar en España estas navidades, para que luego no vengan con la excusa, ya tantas veces escuchada, de que no pueden quedar cuando bajo porque ya han hecho planes, y ahora me dicen que ya me confirmarán, porque ahora es demasiado pronto.

¿Pronto es un mes del cual se trabajan dos semanas en España? ¡Pero si para mí hace nada aún era septiembre!

Luego es cuando llega la semana antes y llamas y te dicen, oh, pero ya hemos quedado para ir a N (donde N puede ser desde un Zara, a tomar café con la prima de la amiga de la hermana de no sé quién). Y tu piensas que al Zara pueden ir en cualquier momento, y que la prima esa, aparte de ser una insulsa, la tienen ahí al lado todo el año.

A lo que quiero ir a parar es a que, encima de que te tomas la molestia de avisar y tal (cuando lo lógico sería que la gente fuera detrás de tí y te preguntara impacientada si vas a volver porque tienen muchas ganas de verte por navidad, sobre todo después de dar tanto por saco con que te has dejado la millor terreta del món para irte ahí arriba con los hijos de la Gran Bretaña), o no muestran el menor interés, o directamente no hacen acto de presencia, o ni te llaman para disculparse por las razones anteriores.

Todo esto, teniendo en cuenta que si bien es más fácil viajar ahora que antaño, sigue siendo un coñazo bajar a España: levántate pronto para coger el avión y no perder un día entero por coger el avión a mediodía, coge el tren o el autobús para ir al aeropuerto, factura, pasa los controles, espérate a que anuncien tu avión, sigue las flechas, busca un asiento, deja tu equipaje de mano, haz caso a la azafata, espérate dos horas como mínimo (2:30 si vas a Valencia), sal del avión, recorre pasillos, presenta tu pasaporte, recoge la maleta, busca un taxi o tren o bus para ir a la ciudad...

Puntos extra de coñazo si vas a Valencia, porque el avión tarda más y los taxistas parece que han salido de la Escuela de Taxis Pepe, donde no se saben el callejero y tienes que guiarles tú (aunque ni te acuerdes de las calles ya).

Vamos, que no es como coger un tren de Cercanías y plantarse en el pueblo. Y parece que no se valore en absoluto.

La verdad es que sienta bastante mal y da muy mala impresión. Después de esos feos que la gente hace, siento la irremediable obligación moral de no hablarles nunca más, pero como no soy rencorosa se me pasa y se me olvida. Pero todo tiene un límite, y yo estoy demasiado ocupada como para perseguir a personas ocupadillas... (también conocido como ¡que os den!)