El mileurismo, ¡ojalá!

Todo surgió por un artículo de Antonio Jiménez Barca publicado en El País, La generación de los mil euros.

A partir de ahí, voces y más voces de mileuristas (así se autodenominaron) empezaron a aparecer en foros y blogs (incluso hay un blog dedicado a este tema: Mileuristas, aunque afortunadamente más en clave positiva que negativa), criticando y lamentándose de que en la sociedad española de hoy en día, a lo máximo a lo que puede aspirar un licenciado con tropocientos masters y conocimiento de muchos idiomas es a cobrar 1000 euros y seguir compartiendo piso con los amigos, o seguir viviendo con los papis.

Y digo yo: ¡y aún gracias!

Porque tras mi experiencia en una importante empresa de consultoría y servicios informáticos, sólo puedo decir una cosa: ¡afortunados los que cobran 1000 euros!

Un día estábamos en el bar tomando el cafetillo de media mañana (aunque durante sólo media hora, no como los desayunos de las consellerías xD), cuando uno de los empleados más antiguos de nuestro equipo nos contó su historia: ya trabajaba allí cuando la burbuja .com iba hinchándose e hinchándose, y también cuando explotó, que fue cuando lo despidieron. Misteriosamente, meses o años (no recuerdo) después, volvieron a contratarle, y ahí estaba él tan feliz, años después, contentísimo porque cobraba 1000 euros al mes.

En ese momento, digamos que aterricé de mi vuelo mental, y me di cuenta de cómo estaban las cosas. Yo había empezado en la empresa hacía unos meses, trabajando cómo no, mediante una beca, pero currando como el resto de empleados (los becarios no éramos más que fuerza bruta de trabajo, ni tan siquiera llegábamos a la categoría de empleados). En un momento dado me ofrecieron el contrato y como hice números y me di cuenta de que me salía más a cuenta el sueldo por hora trabajada estando contratatada que de beca, pues dije que sí.

En teoría, cuando estaba de beca, hacía cuatro horas al día. Claro que, como necesitaban más fuerza bruta, muchas veces me decían si no podía hacer doblete y hacer ocho horas al día. Yo alguna tarde que otra lo hacía, porque así me sacaba un extra, aunque tampoco me convencía mucho ya que sabía que aquello era estar un tanto explotada. Los últimos días antes de empezar a trabajar de contrato (y convertirme en empleada, oohhhh) los pasé casi todos trabajando ya a jornada completa, porque el proyecto empezaba a estar apurado de tiempo, y aún no entiendo bien porqué o cómo, yo tenía unos niveles de responsabilidad increíbles en el proyecto, lo cual demuestra la irresponsabilidad del jefe de proyecto, asignando tantísima carga de trabajo y responsabilidad a alguien con poca experiencia.

Pero yo era feliz. De cobrar 360 euros por media jornada a cobrar unos 840 por la jornada completa, ¿quién no se iba a alegrar? Y te daban hasta ticket restaurant, para que destrozaras la dieta más cuidada en cualquiera de los bares de menú a 7.5 euros que había alrededor.

Entonces empezaron las horas extra sin pagar. Eso me mosqueaba mucho, porque las cosas como son, cuando estaba de beca, me pagaban por horas, ni una más ni una menos, pero en esta nueva modalidad las horas extra eran algo que se ve que estábamos obligados a rendir por la cara bonita del jefe, como ya conté hace un tiempo.

Mi cabreo era algo que se iba fraguando poco a poco, aunque yo procuraba pensar en positivo, diciéndome que algún día la carga de trabajo disminuiría y no iríamos tan atacados todos en la oficina. Pero aquello no mejoraba, cada vez iba a peor, el mismo que decía que estaba contento de cobrar 1000 euros (llamémosle sujeto A) habló con el jefe de proyecto para que no le hiciera programar en java, porque le daba angustia (increíble); él sólo quería hacer documentación. Luego mirabas a tu alrededor y veías el mismo stress en todos los sujetos, y la misma desgana e hijoputismo que se iba desarrollando en todos ellos, con cero ganas de colaborar con los demás o de ser un equipo, y obviamente a mí eso no me gustaba, y cada vez me daba más asco, por cierto.

Así que oir al sujeto A, que estaba N años en la empresa, contento porque cobraba sólo 160 euros más que yo al mes, exponiendo la yugular cada vez que fuera preciso para hacer horas extra incluso en sábado o domingo, y soportando la ineptitud de quien debía planificar y no sabía, me hizo darme cuenta de que les iban a dar mucho por cierto sitio, y que no estaría yo ahí para verlo.

Y es por todo ello por lo que cuando leí el artículo de los mileuristas, tampoco me pareció tan mal, dada la vida-basura que se disfruta en estas empresas (carnicerías, les llaman no sé donde, donde se vende el kilo de consultor al peso). Dentro de lo malo...