El tabaco apesta

Ayer con jcl y su colega, que estaban de visita en Londres, fuimos al piso de unos amigos suyos. La verdad, tras tanto tiempo sin estar en un sitio cerrado donde fumara más de una persona, a punto estuve de pensar que me daba un ataque de ahogo o algo parecido.

Y no es que no haya pisado un pub o una discoteca desde que llegué aquí, sí que lo he hecho, pero por alguna razón aquí la gente fuma muchísimo menos. Y además las instalaciones están mucho más ventiladas.

Según veía a todos fumando delante de señales de No smoking, comentando que les parecía tan extraño que aquí no se pudiera disfrutar de lo mismo que en el metro de Madrid (fumarse un cigarro mientras esperas que venga el tren), me dí cuenta de lo mucho que tiene que avanzar España en eso.

Recuerdo el año pasado cuando me quejé de que no se aplicaban las leyes antitabaco en las oficinas. Evidentemente, cuando lo dije, los fumadores dijeron que ellos no podían evitar ese hábito, y los no fumadores dijeron que de todas maneras, como total, los jefes también lo hacían, pues nunca se aplicarían las leyes, ni pasadas ni futuras. Me sentí un tanto marciana; bueno, la palabra adecuada sería incomprendida. Y cuando llegué a Londres, y empecé a ver que la gente no fumaba en el metro (cosa que odiaba cuando ocurría en Valencia), que iba a un pub y al volver no tenía que colgar la chaqueta para que se ventilara durante horas, o mismamente, que en muchas cafeterías prohiben expresamente que se fume, ¡fue como una maravilla!

Así que lo de ayer me trajo ese sentimiento de lucidez y sabiduría absoluta, con el cual durante unos instantes tienes una sensación de que era ayer cuando estabas acordándote de la familia del que fumaba en el trabajo y te llegaba todo el humo a tí, que era hace dos segundos cuando has descubierto lo bonita que es la vida sin el pestazo del tabaco y que es justamente ahora cuando tienes que convencer a todos los fumadores de lo estúpido de ese hábito.

¡Jcl, tío, déjate de fumar, que es mu malo!